jueves, 9 de agosto de 2007

A mi dama, en la lejanía...

Se encandila el alma
y se ciega la razón
al sentir el corazón
hallarse en un mar en calma
donde se gana la palma
del martirio y del dolor
pues lejano se encuentra tu candor
que mi pesadumbre me salva.

Ya no siento palpitar el ánima
aunque el sol haga presencia
pues el celeste se niebla
cuando estáis en ausencia
y hasta el pulso me tiembla
si no siento tu esencia.

Bella rosa deshojada
que florece en primavera,
hay de quien para sí te quisiera
tener como buena amada
para contemplar tu mirada
siempre que pudiera
pues brillan tus ojos como el sol de la alborada
y huele tu piel como la brisa marinera,
suave capa aterciopelada
que cubre tu sencillez entera.

Con las estrellas y el firmamento,
con la luz del mediodía,
con los sueños y el pensamiento
mi alma alimento
para llenarme de alegría
pues el mejor de los sentimientos
para ti reservaría
bella dama soñada
la que me acompaña cada día.

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