sábado, 3 de mayo de 2008

Cuando casi todo termina

Y ahora, toca descansar. Parar en el camino, ponerse de rodillas y pensar, al menos. El camino hacia una aldea, de rodillas ante nosotros mismos.
Por aclamación escribo estas líneas. Por devoción las redacto. Sevilla espera los últimos versos que algún poeta pueda dedicarle a un Sagrario que nunca se encontrará solo, dijo Felipe II, ¿no?...
Sevilla se levanta en una mañana de Ascensión entre San Lorenzo y la calle Feria, entre la Oliva y los sones del Maestro Tejera que desde el cielo dirige, batuta en mano, los mejores sones, que ya no lloran los clarines sino que suenan a Triunfal.
Los primeros seises se revisten en la sacristía, los carráncanos avisan de que comienza, hombres de chaqué salidos de tiempos pasados colman una ciudad silenciosa que se levanta a duras penas después de una noche de sábado. El incienso se mezcla con la juncia, las campanas con los tambores. Al llegar al Ayuntamiento, el alcalde ya no grita 'Pasa Sevilla' ni en la audencia se levantan los magistrados. Sobre Dios, otra vez cables que conducen coches por calles de hierro, sobre el suelo de una plaza los mismos adoquines de siempre, velas en el Salvador y una Virgen del Voto que espera en su pasión ver de nuevo la luz del día en el lunes de Pentecostés.
La ciudad se viste de rojo y blanco. No por los colores del apolíneo club nervionese sino por los que trajera la Loca del Sacramento hasta el Sagrario de la urbe, por el rojo de las túnicas, de los cirios y de los claveles. El rojo de los cálices, de la sangre de Dios que mana en el propio Cristo de la Caridad, sangre que fuera de un republicano Ortega Bru. Y de blanco, natural, puro e intacto, blanco cielo, de algodón almidonado en los roquetes de batista que se mezclan con blancos de faldones y de claveles, y de nardos. Blancos de estandartes, de guiones y de simpecados, blancos de Inmaculada, de celestes silenciosos que pasan ante nosotros. Blanco de banderas, de gallardetes y de panes sagrados.
Así se despierta Sevilla entre los dos últimos jueves que lucen más que el sol, ya solo queda uno, nos quitaron la Ascensión. Nos quedamos con Pentecostés y un Rocío que comienza en el Salvador un jueves por la mañana, esperando a que venga Dios de las marismas de Doñana...

viernes, 4 de abril de 2008

De albero y grana

De albero y de grana
se viste Sevilla
para vivir una semana.
Ya no pican las campanas
del dolor y la tristeza
pues queda la grandeza
del Real por la mañana.
Los lirios huelen a claveles,
las tambores rufan por sevillanas
y los cíngulos suenan a caireles.
Sevilla se despierta un martes por la mañana con luces de colores, arco de fantasía y puerta de la gracia. Se alfombran sus calles del más clásico adoquín con los tapices del albero de las plazas que perdimos y el cielo destella en bombillas como estrellas.

miércoles, 26 de marzo de 2008

El recuerdo

Mientras escribo estas líneas me invade la nostalgia. Ya todo ha pasado, de esa palabra viene 'Pasión', de pasar. Más rápido de lo que quisiéramos. En fin, de nada vale ya la pena. Para pena, la de la Macarena; para dulzura, la de la Amargura; para belleza, la de las Tristezas; para dolor, el Amor; un silencio que me calle, la Virgen del Valle; una mañana, en Triana. Ripioso me vuelvo cuando recuerdo aquella semana que ya queda en el olvido. Alguno por ahí se dedicará ahora a hacer anales de una semana para que nos recreemos el resto del año.
Escribo hoy, para regalaros el mejor momento de mi semana. Esta vez, amigos y estimados lectores, no os hablaré de ninguna de mis devociones ni de la fiesta, tampoco de la ciudad ni de ninguna fotografía. Y como no tengo ninguna fotografía del momento, intentaré describirlo lo mejor y al máximo detalle posible.
Viernes Santo. Día espléndido como hace muchos años. Manuel Santizo me llama para ir a trabajar de mozo en la Archicofradía de las Tres Necesidades, ahí es ná. El maestro del encendío de nuestros palios, aquel que proviene de aquellos que alumbraban las calles de la ciudad y que ahora se dedican a dar luz a nuestros Cristos y Vírgenes, me llama para trabajar para los ilustres carreteros. Solo con sentirme cerca del Mayor Dolor en su Soledad, me conformaba.
El día trascurrió con normalidad, al igual que casi toda la semana, con luces y sombras. Ya habíamos dejado atrás momentos sublimes como el paso por la plaza del Triunfo, la calle Temprado o la misma salida de la cofradía. Nos disponíamos a internarnos en el barrio de la Carretería, el viejo barrio de niñas malas y marineros de agua dulce que llegaban al puerto venidos de todos los rincones del mundo. Eran, más o menos, las diez de la noche. La luna, alta en el cielo, de plata vestida y redonda en su plenitud, coronaba el celeste. La calle Rodo, se disponía a abrazanos entre sus estrechas paredes y el calor de la gente se mezclaba con el calor de las velas. Sonaba 'Soleá, dame la mano'. Hacía pocas horas que no muy lejos de allí la vieja esperanza de Sevilla hay dejado atrás soledades de cárceles olvidadas. El suelo se había convertido en una alfombra de adoquines engalanados de cera blanca que brillaban entre los pies de los que allí pasábamos. Ya casi terminaba la marcha y ya casi llegábamos a la esquina de la Varflora. Todo comenzaba a terminar.
Y cuando se me iba el último suspiro, miré al cielo de ese palio, a la cabeza mecida de esa Virgen y su manto vegetal. Sin querer, desvié la vista hacia uno de los balcones de la calle. Como ya he dicho, la estrechez de las calles de este barrio propiciaban una cercanía inusitada. Desde aquel balcón de paredes blancas, de inmaculada pureza, eran las manitas de unos niños las que querían tocar la Semana Santa en la arboleda del palio de la Carretería. Querían atraparla y quedársela para ellos. Lo intentaban y casi rozaban la bambalina, que como dijera Rodríguez Buzón, a compás también la iba acompañando.
Aquellos niños me trasladaron a la semana que aun desconocemos, la que ellos se inventan cada año, cada día. Ellos son juventud, pureza, esperanza, caridad, fe floreciente, amor incansable, aguante y pasión por una de las fiestas más bellas del mundo.
Vaya mi retal por esos niños, que aun soñarán con arrancar el azul del cielo del Viernes Santo de la bambalina de un palio que pasaba por allí, el de los buenos carreteros.
Pd. Ya sé lo que se siente siendo aguador. Es muy reconfortante.

jueves, 13 de marzo de 2008

Triduo de Pasión. Segundo día.

Jueves. Día eucarístico y de fiesta. Se avecinan los últimos cultos a los titulares pasionales. Mañana cumple mi abuela setenta y cienco años. Hoy jueves es un día especial. Sé que no son horas. Os debo este ejercicio. El Divino Cisquero siempre me aguarda.
¿Una oración?
Dios bendito, creador de las cosas buenas. Perdón ante todo. Disculpa las ofensas y las vanidades, los orgullos y las malicias. Perdona las inoportunidades y los rencores. Siempre entre nosotros, desde San Antonio Abad hasta San Lorenzo, desde el Museo hasta la calle Castilla. Danos el pan que se cuece en la calle Orfila porque 'Ego sum panem vivus'. Desde el cielo vendrás a acampar en Sevilla para morir en la Carretería y dormir junto a los tranquilos estudiantes de Sevilla. Tu nombre será aclamado desde la sencillez de los niños del Salvador hasta la oración perpetua de los penitentes de la Pasión. 'Sed libera nos a malo' ¿qué más puedo pedir?
Estos son mis últimos pecados. Gozar de tu reino en siete días y acompañar a tu Madre en el tránsito hasta el Calvario. Dios mío bendito, si Tú eres la gloria, ¿qué hay después de Ti? Si vivo sin vivir en Ti, ¿tú serás mi calma? Cuando me despierte, que sea tu rostro lo que vea.
Bajo tu manto, Señora, me amparo.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Triduo de Pasión. Primer día.

Solo tres días para la Semana Santa. Más bien, cuatro. Porque la Semana Santa, que es una semana, materialmente, comienza el Domingo de Palmas y termina con el Sábado Santo, antes llamado de Gloria.
Creo que está todo dicho. ¿Algún retal suelto? Ya están todas las plumas en los cascos de los romanos, todos los clavos fijados en los maderos, todas las velas en los candeleros, todas las bambalinas callan junto a los varales. Ya están todas las banderas en las astas y todas las varas esperan una mano que las porte. Los capirotes aguardan antifaces y las letras de las papaletas de sitio hacen sopas de letras durante la noche, esperando el día y la hora señalados. Los palermos reservan sus chasquidos y las canastillas encierran secretos de una sola noche.
Es la cuenta atrás. Se oye el primer golpe del pertiguero. Solo quedan unas horas para que todo se haya consumado, para que el clavel resplandeciente se marchite en la jarra, para que la cera llore de pena el final de una tarde trasnochada. Ya suspiran las bambalinas para que no llegue esa tarde amarga en la que del cielo llueven pétalos para servir de alfombra floreada.
Y cuando en el palquillo oigamos esa 'Palabra de Amor' de un dulce infante pidiendo permiso a Sevilla para que de una inocente mano llegue a las puertas de esta Jerusalén, de esta ciudad eterna, la Semana Santa, el padre Cué desde la gloria volverá a repetir al poeta que 'por tu verso y por tu alma, bendito seas'. Todo se habrá consumado.
Sin prisa, ya están en la memoria el encendedor y el acólito, el nazareno y el penitente, el muñidor y el servidor, el oboe y el fagot. El tambor y la corneta ya reposan complacientes; esperan la Santa Espina y el Lignum Crucis, la cola y la capa.
Cuando abramos los ojos, todo habrá terminado. Habrá sido un sueño fugaz, en el que siempre estamos atrapados.

lunes, 3 de marzo de 2008

...la tradicional subida...

Leo en la web de una hermandad de penitencia que este viernes será la tradicional subida de la Imagen Cristífera a su respectivo paso de misterio. A simple vista, 'nihil novo sub solem' (perdón por mi horrible latín). Lo llamativo y curioso, es todo lo que circunda a la palabra tradicional, conociendo las circunstancias, además, en las que nos encontramos.
Para que nos entendamos, tradicional es la bajada de la Asunción de Cantillana o el Vía+Crucis del Santo Entierro. Tradicional son las protestaciones de fe, las comidas de Hermandad en la Cuaresma o el Quinario al Cautivo de San Ildefonso. Lo tradicional es todo aquello que, por iniciativa popular y ayudado por alguna institución, o viceversa, constituye una parte viva 'no escrita' de lo cotidiano.
Así, no entenderíamos que el fiscal de la Santa Cruz de la Archicofradía de Jesús Nazareno hablará en el palquillo para pedir la venia. Tampoco entenderíamos la inexistencia del besamanos de la Macarena, el paseo de los capitulares en la mañana de Corpus hasta la Catedral o la inexistencia de los Monumentos del Jueves Santo. Eso son tradiciones.
En este caso, hablamos de la subida pública de un Titular a su paso, algo que se inventó antier por la mañana, en una Hermandad que apenas acaba de despegar y con paso de misterio aun sin terminar. Admito que se haga el acto, admito que la Junta de Gobierno adelante el Quinario al citado Titular por mantener la citada 'subida' admito que sea serio, recogido y emotivo. Pero no admito que lo llamen tradicional. Cuando pasen cuarenta años, digo yo que por lo menos, si los Hermanos, por aclamación, y las distintas Juntas de Gobierno, por calado, mantienen el acto, entonces, será tradicional. Antes, sigue siendo un mero acto de priostía.
Pd. Es curioso. Esta Hermandad permite visionar la subida del Señor a su paso, mientras que la de la Virgen no. Además, durante los retranqueos, que son otros días, dejan a los Hermanos en la calle durante las primeras chicotás, no sabemos porqué. Después los dejan pasar.

domingo, 24 de febrero de 2008

De cuando volviste...


Radiante flor olorosa
eres Virgen de la fe
la madre más hermosa
que un cristiano pueda tener
en la hora dolorosa.

Desde el cielo a Sevilla
hay el mismo camino
cuando de forma sencilla
bajaron a la Macarena
para que fuera bendita
y llena de pureza.

Por eso a ti, Virgen de los Dolores,
te pensaron en una quimera
entre Montañés y la Roldana,
entre Astorga y Juan de Mesa,
te pensaron con los ángeles,
los querubines y los profetas,
te idearon entre filigranas
y solo vestida de hebrea
para que Sevilla te contemplara
admirando tu grandeza,
proclamándote soberana
de los cielos y la tierra
de esta ciudad mariana
siendo Tú la recompensa
que en Torreblanca esperaban
humildes nazarenos de promesa
revestidos de amaranto
con la única prebenda
de postrarse a tus plantas
para seguirte dondequiera
que tu mano nos guíe
hasta la promesa eterna
y encontrarnos con tu cara
de infinita belleza
dibujada entre pétalos
por la luna y las estrellas,
coronada por tu palio
con los seises que te esperan
a la puerta de los cielos
para cantarte este poema:

Blanca rosa de pureza
de Torreblanca inmaculada
tienes por nombre la nobleza
de ser por Sevilla coronada
y en tu barrio la certeza
de ser la dolorosa más amada.

lunes, 18 de febrero de 2008

...esperanza...


Pero hay esperanza en otro sitio. Aunque no lo sepáis, hay una esperanza en San Lorenzo con el mismo sabor a Viernes Santo que las otras. Ella, prefirió mudarse al sábado para seguir siendo la última esperanza, para que fuera su puerta a la última que mi mano llamara antes que se apagara la última luz que alumbraba la plaza.

Soledad es tu nombre, la soledad más callada. Cuando en soledad quede mi vida, siempre estarás tú, Soledad soñada. Cierro los ojos y puedo verte, Soledad, que vienes acurrucada entre cera blanquecina encendida a filigrana por la caña de un Santizo que la acompaña en soledad. Doy mi vida por verte en la oscuridad más serena, por encontrarte tras la reja de tu capilla silenciosa donde tiene lugar el baile de querubines, donde se convierten en seises las estrellas para marcar tu camino de esperanza y soledad.

Soledad madre mía, floreada de azucenas que se mueven con el viento que las roza. Soledad tienes tu nombre en el vacío más callado, en la quietud de tu cortejo y en la nobleza de tu remanso donde descansas tranquila esperando al olvidado. Eres tú mi esperanza, Virgen de la Soledad, dame tu mano soleá, que a tus plantas pongo mi vida esperando de tu voz el llanto que me llame a la soledad.
(Con permiso de Artesacro, preciosa foto)

domingo, 17 de febrero de 2008

La Semana Santa


La Semana Santa. Un sueño que aparece al nombrarla y se desvanece como un suspiro. Siempre tan igual y tan distinta. Callada y clamorosa, sencilla y barroca, haz de luz imperturbable y oscuridad abrumadora. Siempre la Semana Santa que pasa ante nosotros. Fiesta inaudita, que nace en la primavera, que no significa otra cosa que, primera verdad. Y es la verdad primera que nace el mundo y esta fiesta del sangrante costado divino del mismísimo cordero inmolado por nosotros.

Nace la Semana Santa como verdad única y primera cuan Cruz floreciente sobre un monte de dolor y amargura. Nace la Semana Santa tras el velo roto de un templo vacío, nace tras la llama infinita de la gloria purificada de la resurrección del amor que desciende a los infiernos después de haber cruzado el medio punto entre la primera encarnación y el valle de sombras que lo acoge por momentos.

Nace la Semana Santa en suspiro, en una lágrima, en una sonrisa, en una esperanza, en un llanto, en una saeta, en la bambalina que danza y en la noche que espera. Nace en los pasos callados de los costaleros y en el clamoroso silencio de una cofradía de capa. Nace entre el esparto y la alpargata, en la capa y la cola, en un aplauso y una mirada. Nace la Semana Santa de la fuente inagotable de la fe y cascada impetuosa del amor, en el candelabro de cola, el farol y el guardabrisa, entre le flor de cera y la vela encendida, entre la corneta y el tambor, entre la banda y la capilla. Y con la Semana Santa, siempre viene Dios.

Una vez vi tu cara
reflejada en un cristal
nunca vi nada igual
que a ella comparara.

La luz la atravesaba
antorcha iluminada de la fe
en ella, a Dios pude ver
mientras lágrimas derramaba.

Sin quererlo la buscaba
y en silencio la encontré
y al mirarla contemplé
que la Virgen la acompañaba.

Era Sevilla la que lloraba
las glorias del ayer
porque supo retener
al Dios que le rezaba.

Lo retuvo en limpia madera
con cara de Gran Poder,
lo coronó en la Sentencia
y lo enterró sin saber
que Dios vendría a Sevilla
de la mano de Montañés.
Le esculpió dulce mirada
y lo regaló a la Merced
Dios de la Pasión fue su nombre
¿qué otro podía ser?
Pero Dios también vino a Sevilla
en Penas, Misericordia y Sed,
vino con las Caídas de Triana
y Nazareno de la cabeza a los pies.

Y con su Madre vino el Señor
Amargura, Estrella y Valle
Pura y Limpia Concepción,
clamorosa gitana de Angustias,
Santa María de Consolación.
Un nombre te busqué
y alguno me salió
no sabía como llamarte
candente rosa de pasión
no sabía si llamarte
Salud o Señorita de La O
si llamarte Caridad
o Refugio de nuestra salvación.
A la Esperanza le pedí un nombre
y fue Dios quien te nombró
a Sevilla te trajo en barco de plata
y Macarena te coronó
como gracia dispensada
por ser Madre del creador.

Dios te salve soberana
llena de resplandor
eres estrella de la mañana
Macarena de dolor
y por Sevilla coronada.

lunes, 31 de diciembre de 2007

El último día

Allí, una Cruz desnuda. Junto a ella, lo mismo de siempre, en parejas acoladas dos señores de negro ruán, otros tantos de morado con señorial capa blanca, seguían dos con túnica negras y cíngulo de esparto y terminaban otros con aterciopeladas túnicas de esperanza. Yo estaba frente a ellos, con una túnica roja que me envolvía. Roja por el dolor y el pecado, por la fugacidad de la vida.

El lugar, el más bellos de los nimbos jamás imaginados. Sobre la Cruz, Ella, la misma de siempre, la que fue soñada mil veces y ahora era realidad, una Virgen vestida de sol y coronada de estrellas cientos de veces descrita en otros artículos.

Los primeros señores, los del rúan, tenían para mí un escudo de cinco cruces y una túnica como la de ellos. Los siguientes, un cíngulo blanco y una dalmática celeste. Los que proseguían, un roquete y una cruz de madera. Los últimos, un canto de amor y un ancla.

Miraba a mi alrededor y me sonaban las caras. Me pareció ver a un tal Agustín de Hipona junto a Tomás, el dominico. Frente a ellos, Francisco con el viejecito de Alpandeire y Antonio. Más al fondo, detrás de los nazarenos, Ignacio. Junto a la Virgen, la zapatera sevillana con Rita, la de Casia. Todos estaban allí, a los que tantas veces les recé, a los que tantas veces les pedí.

Al verme arrodillado, me di cuenta que estaba en los últimos momentos y recordé aquel cuadro de Valdés Leal en el Hospital de Mañara. El tiempo pasaba y todo terminaba. Ahora estaba en el juicio primero.

Hoy, es 31 de Diciembre. El año termina. Lo que no hayamos hecho, quizá tengamos tiempo de hacerlo o no. Vivir de acuerdo a nuestros ideales, de forma coherente y a tope, para cuando estemos en ese juicio descrito, podamos mirar a la Cruz con el mismo amor que quien por nosotros murió en Ella.

Feliz Año.