domingo, 17 de febrero de 2008

La Semana Santa


La Semana Santa. Un sueño que aparece al nombrarla y se desvanece como un suspiro. Siempre tan igual y tan distinta. Callada y clamorosa, sencilla y barroca, haz de luz imperturbable y oscuridad abrumadora. Siempre la Semana Santa que pasa ante nosotros. Fiesta inaudita, que nace en la primavera, que no significa otra cosa que, primera verdad. Y es la verdad primera que nace el mundo y esta fiesta del sangrante costado divino del mismísimo cordero inmolado por nosotros.

Nace la Semana Santa como verdad única y primera cuan Cruz floreciente sobre un monte de dolor y amargura. Nace la Semana Santa tras el velo roto de un templo vacío, nace tras la llama infinita de la gloria purificada de la resurrección del amor que desciende a los infiernos después de haber cruzado el medio punto entre la primera encarnación y el valle de sombras que lo acoge por momentos.

Nace la Semana Santa en suspiro, en una lágrima, en una sonrisa, en una esperanza, en un llanto, en una saeta, en la bambalina que danza y en la noche que espera. Nace en los pasos callados de los costaleros y en el clamoroso silencio de una cofradía de capa. Nace entre el esparto y la alpargata, en la capa y la cola, en un aplauso y una mirada. Nace la Semana Santa de la fuente inagotable de la fe y cascada impetuosa del amor, en el candelabro de cola, el farol y el guardabrisa, entre le flor de cera y la vela encendida, entre la corneta y el tambor, entre la banda y la capilla. Y con la Semana Santa, siempre viene Dios.

Una vez vi tu cara
reflejada en un cristal
nunca vi nada igual
que a ella comparara.

La luz la atravesaba
antorcha iluminada de la fe
en ella, a Dios pude ver
mientras lágrimas derramaba.

Sin quererlo la buscaba
y en silencio la encontré
y al mirarla contemplé
que la Virgen la acompañaba.

Era Sevilla la que lloraba
las glorias del ayer
porque supo retener
al Dios que le rezaba.

Lo retuvo en limpia madera
con cara de Gran Poder,
lo coronó en la Sentencia
y lo enterró sin saber
que Dios vendría a Sevilla
de la mano de Montañés.
Le esculpió dulce mirada
y lo regaló a la Merced
Dios de la Pasión fue su nombre
¿qué otro podía ser?
Pero Dios también vino a Sevilla
en Penas, Misericordia y Sed,
vino con las Caídas de Triana
y Nazareno de la cabeza a los pies.

Y con su Madre vino el Señor
Amargura, Estrella y Valle
Pura y Limpia Concepción,
clamorosa gitana de Angustias,
Santa María de Consolación.
Un nombre te busqué
y alguno me salió
no sabía como llamarte
candente rosa de pasión
no sabía si llamarte
Salud o Señorita de La O
si llamarte Caridad
o Refugio de nuestra salvación.
A la Esperanza le pedí un nombre
y fue Dios quien te nombró
a Sevilla te trajo en barco de plata
y Macarena te coronó
como gracia dispensada
por ser Madre del creador.

Dios te salve soberana
llena de resplandor
eres estrella de la mañana
Macarena de dolor
y por Sevilla coronada.

1 comentario:

el aguaó dijo...

No te puedes hacer una idea lo que te echaba de menos. Vuelves con la misma genialidad con la que no apareces por aquí desde diciembre.

Sencillamente sublime amigo Camarlengo.

Un abrazo.