martes, 4 de diciembre de 2007

La Cruz


En aquel momento, al oír mi nombre, todo cambió. El secretario sostenía en su antebrazo delicadamente la cola mientras con la otra aguantaba los papales que le dictaban el nombre de cada nazareno de Sevilla. Junto a él, un ayudante le daba luz bajo la luna de Pescevere con una vela morada, como si no.
Los minutos pasaban lentamente y ya, delante de mí, podía verla. Noble madera de Getsemaní, en asta cruzada perfectamente. La poca luz que había dentro de la capilla destellaba en la plata de las demás cruces mientras ella se alzaba potente sobre la cartonera de un sencillo nazareno, el primer penitente de la cofradía.
Hasta el atrio del amor
y con manos prestadas
llega proclamada
la señal de salvación,
el signo de veneración
y de la sangre derramada
por el Nazareno Redentor.
De allí será sacada
entre silencios clamorosos,
entre quejíos y sollozos
de las almas conquistadas
por la Cruz que va alzada
entre nazarenos numerosos
de una cofradía enlutada.

1 comentario:

el aguaó dijo...

Precioso amigo. Una vez más. Aunque has tardado demasiado en volver... No tardes tanto la próxima vez.

Un abrazo.