domingo, 24 de febrero de 2008

De cuando volviste...


Radiante flor olorosa
eres Virgen de la fe
la madre más hermosa
que un cristiano pueda tener
en la hora dolorosa.

Desde el cielo a Sevilla
hay el mismo camino
cuando de forma sencilla
bajaron a la Macarena
para que fuera bendita
y llena de pureza.

Por eso a ti, Virgen de los Dolores,
te pensaron en una quimera
entre Montañés y la Roldana,
entre Astorga y Juan de Mesa,
te pensaron con los ángeles,
los querubines y los profetas,
te idearon entre filigranas
y solo vestida de hebrea
para que Sevilla te contemplara
admirando tu grandeza,
proclamándote soberana
de los cielos y la tierra
de esta ciudad mariana
siendo Tú la recompensa
que en Torreblanca esperaban
humildes nazarenos de promesa
revestidos de amaranto
con la única prebenda
de postrarse a tus plantas
para seguirte dondequiera
que tu mano nos guíe
hasta la promesa eterna
y encontrarnos con tu cara
de infinita belleza
dibujada entre pétalos
por la luna y las estrellas,
coronada por tu palio
con los seises que te esperan
a la puerta de los cielos
para cantarte este poema:

Blanca rosa de pureza
de Torreblanca inmaculada
tienes por nombre la nobleza
de ser por Sevilla coronada
y en tu barrio la certeza
de ser la dolorosa más amada.

lunes, 18 de febrero de 2008

...esperanza...


Pero hay esperanza en otro sitio. Aunque no lo sepáis, hay una esperanza en San Lorenzo con el mismo sabor a Viernes Santo que las otras. Ella, prefirió mudarse al sábado para seguir siendo la última esperanza, para que fuera su puerta a la última que mi mano llamara antes que se apagara la última luz que alumbraba la plaza.

Soledad es tu nombre, la soledad más callada. Cuando en soledad quede mi vida, siempre estarás tú, Soledad soñada. Cierro los ojos y puedo verte, Soledad, que vienes acurrucada entre cera blanquecina encendida a filigrana por la caña de un Santizo que la acompaña en soledad. Doy mi vida por verte en la oscuridad más serena, por encontrarte tras la reja de tu capilla silenciosa donde tiene lugar el baile de querubines, donde se convierten en seises las estrellas para marcar tu camino de esperanza y soledad.

Soledad madre mía, floreada de azucenas que se mueven con el viento que las roza. Soledad tienes tu nombre en el vacío más callado, en la quietud de tu cortejo y en la nobleza de tu remanso donde descansas tranquila esperando al olvidado. Eres tú mi esperanza, Virgen de la Soledad, dame tu mano soleá, que a tus plantas pongo mi vida esperando de tu voz el llanto que me llame a la soledad.
(Con permiso de Artesacro, preciosa foto)

domingo, 17 de febrero de 2008

La Semana Santa


La Semana Santa. Un sueño que aparece al nombrarla y se desvanece como un suspiro. Siempre tan igual y tan distinta. Callada y clamorosa, sencilla y barroca, haz de luz imperturbable y oscuridad abrumadora. Siempre la Semana Santa que pasa ante nosotros. Fiesta inaudita, que nace en la primavera, que no significa otra cosa que, primera verdad. Y es la verdad primera que nace el mundo y esta fiesta del sangrante costado divino del mismísimo cordero inmolado por nosotros.

Nace la Semana Santa como verdad única y primera cuan Cruz floreciente sobre un monte de dolor y amargura. Nace la Semana Santa tras el velo roto de un templo vacío, nace tras la llama infinita de la gloria purificada de la resurrección del amor que desciende a los infiernos después de haber cruzado el medio punto entre la primera encarnación y el valle de sombras que lo acoge por momentos.

Nace la Semana Santa en suspiro, en una lágrima, en una sonrisa, en una esperanza, en un llanto, en una saeta, en la bambalina que danza y en la noche que espera. Nace en los pasos callados de los costaleros y en el clamoroso silencio de una cofradía de capa. Nace entre el esparto y la alpargata, en la capa y la cola, en un aplauso y una mirada. Nace la Semana Santa de la fuente inagotable de la fe y cascada impetuosa del amor, en el candelabro de cola, el farol y el guardabrisa, entre le flor de cera y la vela encendida, entre la corneta y el tambor, entre la banda y la capilla. Y con la Semana Santa, siempre viene Dios.

Una vez vi tu cara
reflejada en un cristal
nunca vi nada igual
que a ella comparara.

La luz la atravesaba
antorcha iluminada de la fe
en ella, a Dios pude ver
mientras lágrimas derramaba.

Sin quererlo la buscaba
y en silencio la encontré
y al mirarla contemplé
que la Virgen la acompañaba.

Era Sevilla la que lloraba
las glorias del ayer
porque supo retener
al Dios que le rezaba.

Lo retuvo en limpia madera
con cara de Gran Poder,
lo coronó en la Sentencia
y lo enterró sin saber
que Dios vendría a Sevilla
de la mano de Montañés.
Le esculpió dulce mirada
y lo regaló a la Merced
Dios de la Pasión fue su nombre
¿qué otro podía ser?
Pero Dios también vino a Sevilla
en Penas, Misericordia y Sed,
vino con las Caídas de Triana
y Nazareno de la cabeza a los pies.

Y con su Madre vino el Señor
Amargura, Estrella y Valle
Pura y Limpia Concepción,
clamorosa gitana de Angustias,
Santa María de Consolación.
Un nombre te busqué
y alguno me salió
no sabía como llamarte
candente rosa de pasión
no sabía si llamarte
Salud o Señorita de La O
si llamarte Caridad
o Refugio de nuestra salvación.
A la Esperanza le pedí un nombre
y fue Dios quien te nombró
a Sevilla te trajo en barco de plata
y Macarena te coronó
como gracia dispensada
por ser Madre del creador.

Dios te salve soberana
llena de resplandor
eres estrella de la mañana
Macarena de dolor
y por Sevilla coronada.